Intervención del
Excelentísimo Señor Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones
Exteriores de la República de Cuba, en la XXII Cumbre
Iberoamericana. Cádiz, 17 de noviembre de 2012.
Agradezco profundamente el comunicado de solidaridad y
condolencias, por los daños humanos y materiales ocasionados por el
huracán Sandy.
Su Majestad Juan Carlos Primero:
Excelentísimo Señor Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de
España:
Excelentísimos Señores Jefes de Estado y de Gobierno:
Trescientos años después de la conquista, la goleta Cantabria
entró al puerto de La Habana con la Constitución de Cádiz. Hacía
medio siglo que los modelos reformistas españoles habían sido
aplicados en Cuba y existía una oligarquía azucarera insular,
esclavista, económicamente liberal, políticamente conservadora,
cercana a la Monarquía.
Las exportaciones cubanas ya iban a los mercados norteamericano,
inglés y francés, mientras llegaban a la isla las ideas de los
fundadores de la unión norteamericana, de la Revolución Francesa, la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y las
Constituciones, nacidas de la Revolución Haitiana, que consagraban
el derecho a la libertad y la condición humana de los esclavos.
La constitución de Infante, que fue el primer proyecto de Carta
Magna de la isla, aunque modelaba estamentos por el color de la
piel, ya proclamaba el Estado republicano y laico, la separación de
poderes y la enseñanza pública, laica y gratuita. Meses antes de
Cádiz, la "conspiración de Aponte" proclamó la igualdad de
condiciones para todos los hombres, la abolición de la esclavitud, y
proscribió la discriminación entre negros y blancos.
A las Cortes de Cádiz no vinieron de Cuba representantes de las
capas medias, liberales en lo económico y político, conservadores en
lo social; ni tampoco radicales liberales, opuestos a todo fuero o
privilegio.
A inicios del siglo XIX, lo peninsular y lo americano eran ya
conceptos diferenciadores. En 1822, fue diputado a Cortes el
presbítero Félix Varela y Morales, en las que propone el
reconocimiento de la independencia de los países latinoamericanos,
la extinción de la esclavitud, la reforma de los estudios, y termina
condenado a muerte. Cuba y Puerto Rico fueron excluidas de las
Cortes de 1837. El liberalismo del siglo XIX conduce a España a una
nueva política colonial.
El 10 de octubre de 1868, estallan las guerras cubanas de
independencia. El 19 de mayo de 1895, cae en combate José Martí, sin
terminar la carta que dice: "(¼ ) ya estoy todos los días en peligro
de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y
tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la
independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados
Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de
América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso".
Líder de una Revolución invicta, Fidel Castro Ruz, dijo de
aquellas generaciones de cubanos heroicos: "Nosotros entonces
habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros".
Vivimos una época muy distinta en 1991, cuando nos acogió la I
Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México.
En medio de los embates de una crisis económica global, cuya
solución no se vislumbra, las políticas que se aplican en Europa no
parecen dar resultados ni lidiar con las causas de los problemas.
Los ciudadanos no son consultados ni participan en las decisiones de
gobierno. Las consecuencias se descargan sobre los desempleados, los
trabajadores de menos ingresos, los jóvenes y los inmigrantes. Los
recortes en los gastos sociales y la represión de los movimientos de
protesta no pueden ser el camino de ninguna solución.
El Estado de bienestar, del que se enorgullecía Europa, parece en
peligro de extinción. La sobrevivencia del euro, que fue motivo de
esperanza, está amenazada. El proceso de integración europeo está
atrapado en dilemas profundos. Los sistemas políticos, que alguna
vez fueron impuestos como modelo, han perdido legitimidad.
Los vínculos económicos entre Europa y América Latina se han
debilitado. Cuando nos reunimos en Guadalajara, la Unión Europea
concentraba el 24,8 % de las exportaciones y el 20,2 % de las
importaciones latinoamericanas. En el 2009, fueron el 13,7 % y el
14,0 %. En los noventa, nuestra región absorbió el 12 % de la
inversión directa de la Unión Europea; en los años cercanos al 2010,
se redujo al 6 %.
España recibía el 2,7 % de las exportaciones de bienes de América
Latina, veinte años después el 1,8 %. Las importaciones fueron el
1,5 y ahora son el 1,4 %.
Las exportaciones españolas a Latinoamérica pasaron en dos
décadas de 5,4 % a 5,7 % y las importaciones de 5,2 % a 3,9 %.
En la década de los 90, el 61 % de la inversión española fue a
nuestra región, en la actual es el 15,9 %.
Las relaciones económicas siguen siendo significativamente
desfavorables para América Latina, marcadas por la inequidad entre
proveedores de materias primas con bajo valor agregado y
suministradores de manufacturas. La vulnerabilidad frente a los
movimientos de precios, el carácter injusto y desigual del orden
económico internacional, la naturaleza irracional e insostenible de
los modelos capitalistas de producción y consumo y el daño ambiental
que provocan, significan riesgos muy graves para nuestra región.
Vivimos en un mundo peligroso. Proliferan las guerras de la OTAN
lejos de sus fronteras, se ha consagrado una doctrina militar y
nuclear claramente ofensiva que parece considerar a nuestra región
parte de la "periferia euro-atlántica". Se incluye, junto a las
llamadas "amenazas globales", la seguridad energética, el acceso a
las fuentes hídricas, los efectos de los desastres naturales o las
pandemias. Se aplican nuevos conceptos de "ciberguerra" u
"operaciones de fuerzas especiales" que incluyen la
desestabilización de Estados soberanos; la generación,
financiamiento y suministro de armas a grupos irregulares y la
intervención militar ilegal con el pretexto de la protección de
civiles o la creación de zonas de exclusión aérea.
Con la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC), los países de la región han mostrado su
determinación de construir un destino común. La CELAC es "nuestra
obra más preciada", con la cual "reivindicamos más de dos siglos de
luchas y esperanzas", como dijera el Presidente Raúl Castro Ruz.
Nunca antes, "Nuestra América" se había pronunciado tan claramente
en contra de la exclusión, de la injusticia y de la injerencia
externa. "Sería un grave error desconocer que América Latina y el
Caribe han cambiado, que no se nos puede tratar como en el pasado",
sentenció el Presidente cubano en la Cumbre fundacional.
A la Península Ibérica nos unen históricos y especiales vínculos.
La difícil coyuntura actual plantea una oportunidad singular a
España y Portugal para articular una política eficaz y mutuamente
enriquecedora hacia América Latina, basada en la relación respetuosa
entre soberanos iguales, sobre el sólido acervo de cinco siglos de
historia compartida y vínculos culturales raigales e intensos.
Cuba recuerda con gratitud la invitación a Guadalajara y, desde
entonces, los reiterados pronunciamientos de estas Cumbres, contra
el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos,
así como la demanda pública o privada por parte de numerosos
gobiernos para que se excluya a nuestro país de la espuria lista de
patrocinadores del terrorismo internacional y el reclamo de la
liberación de los Cinco antiterroristas cubanos.
Debemos reconocer hoy, cuando nuestra región se está dotando con
creciente efectividad de sus propios mecanismos de coordinación,
cooperación y concertación, que el papel de las Cumbres
Iberoamericanas se modifica inexorablemente. Las Cumbres anuales no
parecen ser ya necesarias, como tampoco muestran serlo las múltiples
y frecuentes reuniones sectoriales, de resultados limitados.
Asimismo, nos parece que es oportuno redefinir las funciones y
prerrogativas de la Secretaría General Iberoamericana. Creo justo
agradecer al Excelentísimo Señor Enrique Iglesias por sus largos
años y extraordinarios esfuerzos al frente de la Secretaría.
Su Majestad: acepte el testimonio de nuestra consideración y
respeto.
Excelentísimo Señor Presidente del Gobierno español: le
expresamos la disposición a desarrollar las tradicionales relaciones
de amistad y cooperación entre ambos Estados.
A España agradecemos su proverbial hospitalidad y le traemos el
saludo del Presidente Raúl Castro Ruz, así como a esta Cumbre.
Para el noble, digno y solidario pueblo español, el afecto
entrañable y el abrazo fraterno de los cubanos.
Muchas gracias.
http://www.granma.cubaweb.cu/2012/11/19/cubamundo/artic01.html
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